Por Roselio Reyes:
Santo Domingo.RD.- El día Internacional del trabajo se celebra en todo el mundo en homenaje a los hombres y las mujeres que día a día luchan por el sustento de sus familias, que se traduce en fortalecimiento a las riquezas de las naciones. Esta celebración no había sido posible sin el sacrificio de algunos anónimos para el resto de la Humanidad
La situación de los trabajadores en Estados Unidos en la octava década del siglo XIX era muy difícil, como en otras partes del mundo. Sin embargo, emigrantes de diversos países europeos iban a Estados Unidos en busca de una mejor situación económica.
Los horarios de 12, 14 y 16 horas diarias eran normales: muchos trabajadores debían integrarse a sus labores a las 5 de la mañana y retornaban a las 8 ó 9 de la noche; así, muchos trabajadores no veían a su mujer e hijos a la luz del día.
En aquella época había dos grandes organizaciones de trabajadores en Estados Unidos. La Noble Orden de los Caballeros (The Noble Orden of the Knights of Labor), la mayoría; y la Federación de Gremios y Uniones Organizados ( Federación of Organizad Traders and Labor Unión), fue precisamente en el IV Congreso de esta última organización que GABRIEL EDMONSTON presentó una moción sobre el horario de los trabajadores, la cual decía:
“QUE LA DURACION LEGAL DE LA JORNADA DE TRABAJO SEA DE OCHO (8) HORAS DIARIAS A PARTIR DEL 1ro. DE MAYO DE 1886.”
El IV Congreso de la Federación de Gremios y Uniones Organizados, que se efectuó en 1884, aprobó esa moción, que vino a ser parte de su plan de lucha, también para otras organizaciones no afiliadas.
PROTAGONISTAS DE LOS ACONTECIMIENTOS:
Ese 1ro. de mayo de 1886 fue tan agitado como se había pronosticado. Como resultado de la huelga los patronos aplicaron el lockout (despido). Más de 40.000 trabajadores se pusieron en pie de lucha. Así surgió como líder un alemán, anarquista, director del periódico Arbeiter Zaeitun (Periódico de los Trabajadores), llamado Auguste Spies.
Spies se convirtió en el orador principal en un acto donde se estaba organizando una comisión de huelga. Parece que la policía, “los Pinkertons” y los esquiroles estaban esperando cualquier actitud de los huelguistas para provocar una masacre...y así fue.
Ese día hubo seis muertos y más de 50 heridos, todos trabajadores.
Esa misma noche Spies fue a la imprenta e imprimió un volante que decía:
“VENGANZA, LOS TRABAJADORES A LAS ARMAS”. “Los amos han soltado a los sabuesos: la policía.
¡Mataron a esos pobres, porque ellos, al igual que ustedes, tuvieron el valor de desobedecer la voluntad suprema de sus patronos. Los mataron porque osaron pedir que se acortaran las horas de trabajo.
Si ustedes son hombres, si son hijos de los grandes que los engendraron y que derramaron su sangre para liberarlos, se levantarán con toda la fuerza de Hércules y destruirán el odioso monstruo que trata de destruirlos.
A las armas. A las armas!
El día 4 de mayo, en la mañana, la policía disolvió una manifestación donde estaban presentes más de 3.500 trabajadores. Esa mañana apreció otro volante de Spies que decía: “La guerra de clases ha comenzado. Su sangre pide venganza!
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que nuestros amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad la que nos hace gritar:
A las armas. A las armas!”
Ese día se organizó una manifestación en repudio a los trabajadores asesinados, acto que se programó para las 7:30 de la noche en el Haymarket Square (Mercado de Heno). El principal orador, Albert R. Pearson, había comunicado a los organizadores que si se repartía el volante de Spies él no hablaría.
Los anarquistas, que eran los que habían organizado la manifestación, habían solicitado previamente un permiso a las autoridades y les fue concedido; no solamente eso, sino que el propio Alcalde de Chicago asistió al acto, para comprobar que se hiciera en forma pacifica.
Los principales oradores fueron: Spies (alemán), Pearson (americano) y Samuel Bielden ( inglés); poco después de iniciada la manifestación comenzó a llover, la gran mayoría de los participantes y algunos oradores se retiraron.
La policía, encabezada por el inspector John Bonifield, quiso disolver la manifestación, pero varios de los organizadores dijeron que tenían permiso y que todavía el acto no había concluido. Pero de pronto una bomba lanzada contra la policía vino a interrumpir lo que hasta ese momento había sido sólo palabras.
Varios muertos y heridos de la policía. Esto provocó una represión contra los manifestantes, en pocos minutos había muchos trabajadores muertos y más de 200 heridos.
Cientos de obreros, dirigentes sindicales y personas del pueblo fueron detenidos y torturados. Se ordenó el arresto de los dirigentes de la manifestación, que eran los alemanes: Auguste Spies, George Engel, Adolph Fisher, Louis Lingg y Michael Schawab: los norteamericanos Albert Pearson y Oscar Neebe, y el inglés Samuel Fielden.
ARRESTOS Y JUICIO:
En pocos días los dirigentes fueron arrestados, a excepción de Pearson que se entregó voluntariamente el día que se inició el juicio, el 21 de junio de 1886. Se constituyó un Gran Jurado integrado por Joseph E. Gary, Juez Actuante, Julius Grinner, Fiscal del Estado, encargado de la acusación, William P. Black, William Foster, Moses Salomón y Sigmund Seller, representantes de los acusados
En 1890, quince naciones reunidas en Berlín, realizaron el tratamiento de la intervención del Estado en lo relacionado a las tareas laborales. Así nació la idea y la necesidad de crear un organismo internacional que velara por los Derechos y Deberes emanados del trabajo, así como informar y asesorar.
Así nació la Oficina Internacional del Trabajo, que más adelante se transformó en OIT (Organización Internacional del Trabajo), con residencia en Ginebra, bajo el control de las Naciones Unidas.