miércoles, 9 de febrero de 2011

NUESTRO CORAZÓ

PROVERBIOS 4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de el mana la vida”


Lo que verdaderamente muestra cómo somos, es lo que está dentro de nuestro corazón. El corazón es como una caja donde guardamos los pensamientos, tanto los buenos como los malos. Es allí donde viven la esperanza, el amor y las ganas de vivir, junto con el odio, la envidia, y la maldad. De esa caja es de donde cada día sacamos los sentimientos que utilizamos.  
 
Una manera de mantener nuestro corazón saludable, es a través de la lectura de la Palabra de Dios. En ella encontramos lo que es bueno para nuestra vida, y agradable a Dios. Cuando no lo hacemos, damos lugar a que en nuestro corazón se instalen cosas que no son buenas, y otras que “creemos” que son buenas, pero no lo son.  En Mateo 15:19, Jesús dijo: "Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias".
 
Sabiendo que en nuestro corazón podemos albergar cosas nocivas, Dios nos dice: "Dame, hijo mío, tu corazón".  A simple vista podemos notar que esta porción de la Biblia expresa dos deseos de Dios.  Podemos interpretarlos como mandamientos, pero no dejan de ser también deseos del Señor. 
 
De estos dos deseos el primero da como consecuencia al segundo, porque para mirar por los caminos de Dios, antes tenemos que entregarle nuestro corazón.   No temas entregarle tu corazón a Jesucristo. Nadie puede cuidarlo mejor que Él, porque nadie te ama tanto como Él.  Dios tiene mucho para hacer dentro de cada uno de nosotros, y espera que nos entreguemos totalmente a su autoridad. El quiere limpiar nuestros corazones para que en ellos sólo podamos encontrar cosas buenas. 
 
El Señor está esperando que lo busquemos, así como lo hizo el Rey David: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" (Salmo 51:10). Cuando en fe le entregamos a Dios nuestro corazón a través del poder del Espíritu Santo, El hace maravillas: fortaleciéndonos contra los ataques del enemigo, y aumentando nuestro deseo de conocerle y amarle más. 
Y todo eso lo hace a través de su Hijo Jesucristo, quien cargó con nuestros pecados a la cruz, pagando completamente por ellos con su muerte, y resucitando victorioso a los tres días para ir a reinar con el Padre en los cielos.
¡Qué alegría nos da saber que Dios comprende la condición terminal en que se encuentran nuestros corazones, y nos da a su Hijo para sanarnos!
El corazón del hombre que es: el asiento de los afectos y de las pasiones, el asiento de la sabiduría y del entendimiento, el centro del ser del hombre, necesita ser transformado, necesita ser consolado, necesita ser resguardado.  Por eso, hoy, Dios dice a todos: “Dame, hijo mío, tu corazón”.  
 
ORACIÓN: Padre Celestial, toma mi corazón y hazlo nuevo. Haz que tu luz eterna disipe toda oscuridad en el, y que tu sabiduría y amor llenen cada momento de mi vida. En el nombre de Jesús. Amén

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