Por Emilia Santos Frías.
Estimado(a) lector (a), un vicio es un hábito desaprobado por
la sociedad en que nos desenvolvemos, por considerarlo malo al bienestar
físico, emocional, psicológico, social y
hasta lesivo al bolsillo de cada persona. Así podemos conceptual izarlo.
Los vicios, generalmente llevan a la adicción y ésta de
acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, es una enfermedad.
En la actualidad, las personas no sólo son adictas a drogas
legales y prohibidas, sino también, a los juegos de azar, la tecnología, las
compras y el sexo, así lo indica el Instituto de Salud Libertad, institución
especializada en trastornos emocionales
en Perú.
Abrazarnos de los vicios para salir de dificultades, buscar
alegría, “felicidad” o distracción, no es recomendado, pues sólo conseguiremos quitar bienestar a nuestra
existencia y la de nuestro entorno circundante. Sobre todo a aquellas personas que nos aman y a quienes
más les importamos.
Aunque, los vicios están al asecho de grandes y chicos, es
decir, menores de edad y adultos, no son ni para uno, ni para otro. Sólo causan
mal, incluso aquellos agradables al paladar como los excesos de dulces.
Querido lector (as),
has inferencia acerca de estas interrogantes, ¿qué necesitas tú para ser
feliz?, ¿quién es responsable de tu felicidad?, ¿es sensato adquirir un vicio?.
Como humana se que la sociedad presiona fuerte y nos aporta en ocasiones falsos
patrones comerciales para ser felices, sin embargo reconozco que la mía, no
emana de allí; creemos que cuesta conseguirla, y es posible que sea así, fruto
de nuestra conducta y personalidad. Sin embargo estoy consciente que cuando
demos el paso, como dice el prestigioso cardiólogo dominicano, Rafael González
de Peña; cuando nos desprendamos de cosas materiales, dejamos de ser ególatras,
soberbios y hagamos actos de humildad, esa felicidad brillará como el sol.
En su libro “La Clave
de la Felicidad”, el doctor González de Peña nos cuestiona acerca de ¿cuáles obstáculos nos impiden ser feliz?.
Personalmente, lo hizo conmigo, cuando acudía a su consultorio como usuaria,
año 2009. Momento de congoja por pérdidas de seres amados, y estrés laboral,
que produjeron en mi enfermedad.
Recuerdo que hace ya un poco más de una década, desde mi rol
de reportera, acudía frecuentemente a consultar al experto y le observaba con
detenimiento, su forma de trabajar, de hablar, de asistir a las personas, y veía en él a un hombre feliz. Sin apego
material, aunque su profesión le ha dado las comodidades que necesita. Un
facultativo que posee algo único,
tiene a Dios y no teme a nada inferior.
Ese es el nivel al que debemos llegar,
cualquiera que sea nuestra filosofía de vida, porque como bien detalla este
médico, sólo el amor nos da la felicidad.
“Todas y todos la
buscamos, y cada quien sigue caminos distintos: el poder, los vicios, los
bienes materiales, los placeres, vanidad, fama y gloria humana. El conocimiento
científico, las tecnologías, política..., pero existe una verdad inmutable: no son felices”.
Es decir, amables lectores,
que debemos procurar armonía en nosotros mismos y luego con todo lo que
existe y lo que nos rodea. Es lo que plantea el doctor González de Peña, a
quien considero un consejero espiritual,
que no se cansa de repetir: ”la felicidad está en el amor y vale la pena
dejarnos llenar de él hasta rebozar”.
¡Busquemos en nuestro interior, hagamos el cambio para
conseguirla, compartamos con personas positivas, disfrutemos cada regalo de la naturaleza; hagamos sólo aquello que
nos haga sentir bien ética y moralmente, sin presión de nada ni nadie, amemos y
dejémonos amar, somos seres
humanos, tenemos la dicha de
poder reír y llorar!.
Hasta pronto!.
La autora es educadora,
periodista y abogada.
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