Por Emilia Santos Frías
La sociedad dominicana con todas sus riquezas naturales y
étnicas, no escapa de algunos tipos de cáncer, sobre todo en lo concerniente a
las costumbres que “hacen ley”. Algunos
son prevenibles y otros curables, pero mientras inicia esa limpieza con
medicación, duele, lacera y lastima hasta el sagrado derecho a la paz que
tenemos todas y todos.
Me refiero a los molestos señores que se han adueñado de
nuestras calles en calidad de “parqueadores”. ¿Quién le asigno esa búsqueda?,
como decimos en buen dominicano. ¿Cómo ocurre esto ante nuestros ojos y nadie
elimina esta molestia?.
Disculpen mi ignorancia: ¿debo pagar al ayuntamiento o a una
institución particular al estacionar mi
carro en las calles de mi país?. Me refiero a
lugares donde la calle es el parqueo.
La cuestión es sencilla: cuando un Estado no garantiza
los derechos de su población, ocurren
tragedias, eso está confirmado. La indignación de los seres humanos hasta a un
paso de ejercer violencia y ella es otro cáncer que nos afecta.
No sólo con voluntad mental se resuelven las dificultades. Es
necesaria la ejecución de acciones palpables y medibles.
Ir al malecón de Santo Domingo a recrearse, ya no es opción,
de serlo pagarás RD$100 pesos por colocar su vehículo en calles cercanas, por
corto tiempo. Ni hablar de ir a realizar alguna diligencia al Ministerio de
Salud Pública o a cualquier oficina del Estado, sin estacionamiento para
visitantes; allí también hay dueños de las calles.
Lo propio, pero a un costo más alto, ocurre en calles
cercanas al Teatro Nacional y el Consulado de Estados Unidos, ubicados en la
Máximo Gómez; el precio es RD$150 pesos. Y ay de aquel que enfrente a uno de
estos malhechores, recibirá improperios, hasta rasguños y choque a su vehículo.
Pregúntele a quien visitó la XVI Feria internacional del Libro.
La escases de parqueos
para todo el público que visitó esa fiesta de la cultura, obligo a las personas
estacionarse en calles del sector la Esperilla y ser víctimas de timo por parte
de estos “señores palqueadores, padres de familia”. No entiendo como curre eso
incluso en la calle donde está ubicada una institución tan prestigiosa como
FUNGLODE.
Es necesario que hagamos inferencia de en que recreación,
paz, libertad de tránsito, también son derechos humanos, y por ende debemos
ejercerlos, disfrutarlos plenamente, como personas humanas, para poder
desarrollarnos.
Sigo como tantas preguntas en esta cabeza, ¿quién está detrás
de esa ya no tan nueva modalidad de bandidaje?; a población dominicana, tiene
muchos doliente, pero ¿quién podrá consolarla?, será ¡el Chaplin Colorado!.
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