martes, 9 de julio de 2013

Abajo en el puente del rio hay un mundo de frente, abajo en el río del puente, tal como evoca Víctor Víctor en su canción

Por Emilia Santos Frías

 Invitada por el gentil Diácono Sammy, de la congregación de los Jesuitas,  a quien conocí en el Centro Bonó y a quien comenté el deseo de conocer La Ciénaga, Guachupita y Los Guandules del Distrito Nacional, estos dos últimos, aún pendientes,  el sábado 22 de junio, partimos al esperado recorrido por el barrio.

 Para la visita a la Ciénaga, barrio enclavado en la zona Norte del Distrito Nacional, justo debajo del puente Juan Pablo Duarte; Sammy se hizo asistir de dos lideresas residentes en esa localidad: las afables hermanas, Digna y Carmencita, dos señoras sensibles, quienes nos dieron un tour por los principales sectores.

Este es el panorama en Nuevo Renacer de La Ciénaga.
Digna,  nos guiaba, callejos por callejón, calle por calle; ella realmente conoce el sentir de esa población, la conocen hasta los más pequeñitos, goza del aprecio de su gente, por el hecho de   servir, ser canal para canalizar dificultades, asistir a las y los religiosos y gestionar alimento para las tantas gentes que con ella visitamos y quienes carecen de  derechos humanos fundamentales, como alimentación, vivienda, salud.
Esta lideresa natural, es incluso quien acompaña a las personas más necesitadas a centros de salud, ante emergencias médicas. Ella parece una heroína anónima de las citadas en mi libro “Tesoro del Alma”, esas que van por ahí, dejando su estampa y recibiendo como paga  la satisfacción que se siente cuando se hace el bien.
 
Fue un largo recorrido. Un día en el barrio transcurre entre escases, ruido, hambre, falta de servicios de salud, empleos, pero sobre todo falta de alimentos.
 Viviendas y calles de Nuevo Renacer.
Aún en ese panorama, las personas que dormían, al medio día, mientras sus estufas apagadas esperaban ser utilizadas, salían a saludar a la periodista que no conocía su sector y quería interactuar con la gente, saludarle,  ver sus rostros, sin tener más que un saludo cordial, para ofrecer.

En el Barrio Nuevo Renacer, la gente no tiene nada material, muchos viven en casas de materiales reciclados, un pedazo de madera, un pedazo de cinc, de lata; sin comodidades, ni tecnología, ni lujos, sólo la gracia de Dios. Rodeados de agua negra, de  olor pestilente. Cuando llueve, pasan el Niágara en bicicleta y cuando no llueve, también.
Pero, eso no les impidió a muchas personas saludar a la forastera periodista, saludarla con una sonrisa, incluso,  algunas forzadas, quizás por hambre; pero no todos sonrieron, el niño bailarín, sentado frente a la barbaría, no tuvo motivos para hacerlo, solo asentía con la cabeza cada respuesta a cada pregunta formulada por Digna, la lideresa natural de la Ciénaga.
La señora que soplaba el anafe, para encender el carbón y cocer alimentos, esa no sonrió, sólo pedía medicina  y comida, para alimentar a sus hijas pequeñas. La “pieza” donde vive estaba adornada sólo por su ropa mojada.
La escases adornó todo el recorrido de la populosa barriada, pero allí no llegan las manos de los políticos, para ellos, es mejor bajar cada cuatro años y ya!. Allí la necesidad es mucha.
La joven mujer en bata ancha y larga, no sonrió, estaba ocupada gritandole a uno de sus cinco hijos, que siguiera sacando agua de la vivienda y el callejón común. Esa agua le llegaba a las rodillas. El niño, como de unos 8 o 9 años, desnudo totalmente; sacaba con gran aplomo aquella agua sucia, sabe Dios portadora de cuantos males!. Ella y él no podían parar sus quehaceres para conversar con los visitantes, y a decir de nuestras guias, ese es su día a día. Descalzos, en aguas contaminadas, en un estrecho callejón, donde conviven varias familias, sacar agua con la escoba, cubetas o latas, es normal cada día, incluyendo ese soleado sábado.
Quise, pero no pude ser fuerte, llorè porque aún, yo creía que era una persona pobre, por falta de cosas materiales. Confieso que he pedido al Todopoderoso, nimiedades; el mundo se ha puesto pequeño cuando me ha faltado algo material, sin embargo, a la población de Nuevo Renacer, lugar que imagino debe su nombre porque cada día cambia de piel y sigue adelante; a ella le falta lo básico, lo vital: salud, comida, vivienda, empleo, educación.
Así llegamos el diácono, las lideresas y la periodista, a la casa de la comunitaria más antigua de la barriada; impresionante lugar, modesto, limpio; lleno de trofeos y medallas. Allí viven comunitarios y gestores culturales; en esa casita rodeada de la cañada de agua negra, con envejecientes enfermos. La limpieza interior y exterior fue la carta de presentación; la grata conversación, el plato más exquisito. Cuánto valores  conservan y algunas personas aún!.
Mis ojos también, vieron muchas niñas con niños; menores de edad madres. La respuesta a mis interrogantes: el hambre es la causa principal que las lleva al sexo prematuro, ya sea por decisión o por persuasión de adultos. Y lo mismo ocurre con mujeres adultas, aunque vi casos menos frecuentes en ellas.
En la zona más empobrecida, ubicada casi a orillas del rio Ozama,  los barrios están tan juntos que parecen un sólo, no vi la clara delimitación territorial. El rio estaba sucio, contaminado, pero aún así, sirve de sostén para algunos, que  pescan en esas condiciones.
Digna como buena anfitriona, también nos llevó a su casa, donde conversamos durante un rato y conocimos parte de su familia; de allí a nuestro punto de partida, la parroquia San Ignacio de Loyola, una construcción refrescante, con una vista muy particular, desde ella se puede apreciar la otra parte de la ciudad, la que está antes y después del rio.
Sin dudas, esa fue una visita que aportó a mi formación y me hizo más humana.

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