Por Emilia Santo Frías
Hoy fue difícil levantarme con el entusiasmo de cada día, con el firme propósito de forjar mis sueños.
La inseguridad ciudadana que vive mi país, con su fuerza y látigo, aplastó una vez más a la población. En la semana que recién finaliza, la delincuencia exhibió un brazo más fuerte que el de las instituciones llamadas a eliminarla.
Nos recordó que ya perdimos la capacidad de asombro; así como incontables vidas jóvenes, valiosas, que irradiaron luz en todo su andar. Vidas de seres humanos con sueños y metas concretas; que estudiaban, trabajaban y exhibían valores morales, que sin dudas le asegurarían en poco tiempo los proyectos perseguidos, si no hubieran sido arrancadas de la faz de la tierra por manos de jóvenes delincuentes, cegados por el odio de sus corazones y falta de amor a los demás.
Hoy tuve que hacer un stop, mi cuerpo y mente resistió seguir; sólo quería recordar con cuanto empeño y acciones positivas, personas conocidas y cercanas perseguían proyectos familiares y personales de bienestar para su sociedad, pero que no pudieron realizar al ser asesinadas hace sólo horas, por manos de seres muy dañados, carente de respeto por la vida; valores morales; temor hacia Dios y la justicia divina y terrenal.
Si, la semana pasada la delincuencia nos quitó mucho!, pero sobre todo recursos humanos sin tachas. Nos dejó como obsequio: tristeza, desesperanza, impotencia, rabia; deterioro de la salud emocional, al vulnerar derechos fundamentales como la vida, la paz, el libre tránsito. ¡Sin dudas no ha enfermado!
Hoy no podía levantarme, mi cuerpo no soportaba más golpes, fue difícil; aún cuando no dormí fruto de los acontecimientos desagradables, vividos durante una semana y además de la cargada jornada laboral…una semana vivida entre matices, como el camaleón. Cumpliendo con las responsabilidades laborales, mientras por dentro me desplomaba cada acontecimiento violento que implicaba vidas apreciadas y conocidas, que dieron frutos.
El clamor de una Nación saludable, libre de inseguridad ciudadana y delincuencia en todas sus manifestaciones, parece un grito en el desierto, sin esperanza de encontrar un oasis.
La delincuencia nos esta robando y matando hasta el derecho a soñar. La sociedad está sufriendo una enfermedad diagnosticada como inseguridad ciudadana. Y tenemos que sacar fuerzas, aún en los momento en que lloramos con el que llora, para erradicar la maldad, representada en la en jóvenes que delinquen, cegando vidas por chucherías materiales.
Es tiempo de aferrarnos a las leyes de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, garante justamente de nuestro bienestar. También, es propicio agarrarnos de Dios; protegernos y proteger a nuestros semejantes. ¡Todas y todos, podemos aportar a esta causa, no nos podemos rendir!
La maldad nunca triunfará ante lo bueno. La luz del sol brilla para quienes así lo creemos. ¡República Dominicana no permanecerá arropada por la inseguridad. Unámonos para que brille la paz, trabajemos duro hasta lograrlo!
La autora es Educadora, Periodista, Abogada y Locutora.
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