Por Ándres F. Lora
Acabo de leer en Internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decom isan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de recobrar el placer de com er, beber y conversar sin que los ring tones interrumpan, ni los com ensales den vueltas com o gatos entre las mesas mientras hablan a gritos. La noticia me produjo envidia. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca, porque suena su celular.